(Na´ que ver, esa foto es el dibujo de uno de los tatuajes de la Princesa de Ukok, se entiende más adelante).
Antes de empezar a contar
esta anécdota (real, por supuesto, y con permiso de cónyuge), y aunque parezca
innecesario, creo que vale la pena recordar qué significa la empatía. Es,
simplemente, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender su mundo
interior.
Claro que frente a una definición o concepto que parece simple, la vida cotidiana nos aforra verdaderos charchazos emocionales a cada rato, sea porque alguien no nos muestra empatía, porque nosotros mismos no lo hacemos y nos damos cuenta cuando ya es tarde, porque leemos noticias o nos enteramos de situaciones en las que la falta de empatía termina en tragedias de proporciones inimaginables, o por mil razones más.
A la gente que carece
completamente de empatía se les llama psicópatas, claro que como no soy
psicóloga ni psiquiatra no me atrevo a ahondar en el tema, aparte que correría
el riesgo de ser mega latera, onda lata 7.0, y no es la idea.
Eso sí, tengo que decir que a
veces pienso que la empatía no es algo que deba existir solamente en el ámbito
de “persona a persona”. Quizás podríamos pensarlo como algo que debiera darse
entre grupos de personas, o entre países, y entonces podríamos pensar que la
guerra provocada recientemente por Rusia contra Ucrania, tiene un componente de
falta de empatía o de psicopatía de Estado, pero esa es otra historia.
El asunto es que cuando se produce un entuerto por pura y mera empatía, creo que vale la pena contarlo.
La empatía de la Thermomix:
De nuevo, antes de contar la
anécdota, para dar algo de contexto, confieso dos cosas: primero, no tengo la
menor idea de cómo cocinar, más encima tengo pésima motricidad fina, soy
irremediablemente zurda, los cuchillos en su mayoría son para diestros, hago papilla los tomates y hasta los huevos duros, me
carga cocinar y en definitiva soy un desastre mayúsculo en esa materia. Segundo, soy
garabatera. En inglés o castellano, pero digo garabatos sólo después de las
17:00, excepto sábado, domingo y festivos, esos días no tengo horario
garabatero, así que no voy a pedir disculpas por las soecidades de esta entrada de blog. Carlos en cambio, sólo dice garabatos cuando se enfurece y ve rojo,
una vez en un millón.
Ahora sí, la thermomix.
Anoche conversando con mi
compañero de vida, no me acuerdo cómo o a pito de qué, apareció el tema de la
famosa thermomix, una olla robot, mágica, que cocina por su cuenta. Entonces se
produjo, más o menos literal, el siguiente diálogo:
Carlos:
- “Ah, si, ha sido un
tema recurrente de conversación hace rato en mi trabajo, pensé que Ud. no las
conocía, parece que todo el mundo quiere tener esa olla que cocina sola”.
Yo (con ataque de risa automático):
- “Pero
mi vida ¡qué poco me conoce! ¡Ud. me tiene toda entera subestimada! Aunque no lo crea, estoy completamente al día
con los avances tecnológicos y ya revisé todas las marcas, caché que parece que
hasta pican las zanahorias y las papas y hacen carbonada, hacen todas las weás
que yo no tengo idea cómo hacer, sé cuánto valen... ¡las tengo plenamente
identificadas hace tiempo!".
Carlos:
- “Pero Ud. no me había
dicho nada de la thermomix, ¡pensé que no la conocía!”.
Yo:
- “¡Las cacho hace rato! Son más caras que la chucha, no le había querido decir nada a usted porque lo conozco, yo sé que, si llegaba a decir algo, Ud. la iba a querer comprar y no tenemos plata, tenemos que pagar la operación, y tenemos mil prioridades más antes de comprar esa cuestión. Pero... si Ud. hacía tiempo sabía de la famosa olla astronática, ¿por qué no me dijo nada tampoco?”.
Carlos:
- “No le quise decir porque pensé que Ud. se iba a entusiasmar y que se endeudaría para comprarla altiro, y tenía pensado comprarla yo más adelante de sorpresa…”.
Yo, (léase escuchando las carcajadas):
- “Pero mi vida… ¡nunca tan gil como para endeudarme por una olla! Le creo endeudarme por ir a ver a las nietas, o incluso por los tatuajes de símbolos vikingos y celtas, de la Princesa de Ukok, ¡pero no por una olla que vale la mitad de un pasaje a Chequia y no sé cuántos tatuajes! Más encima, yo sé que a usted le molestaría ver la porquería de olla encima del mesón. Ni cagando cabe adentro de los muebles de la cocina , entonces usted la agarraría, la dejaría escondida para siempre jamás adentro de algún otro mueble o en la bodega, ¡y nunca la usaríamos!”
Carlos:
- "Es verdad, no cabe y yo la pondría en el mueble del patio y no la usaríamos".
Bueno, la thermomix es pura
empatía de mi marido hacia mí, y vice-versa.
Carlos nunca mencionó su
existencia porque suponía que yo iba a querer tenerla altiro (lo cual es cierto).
Quiso protegerme de mi misma, de la posibilidad que cometiera economicidio (entiéndase un suicidio económico), endeudándome para comprarla. También esperaba en algún futuro, regalársela a la casa. Sólo no consideró que últimamente he logrado ajustar mi econo-cinturón tanto que le faltan hoyos, y priorizar gastos. Claro que algunas de mis prioridades -particularmente los tatuajes- son un tanto incomprensibles para él, porque no comparte mi pasión por dibujarme el cuerpo. Eso da para entrada de blog aparte.
(Durante meses soñé en
privado con mis próximos tatuajes, investigué símbolos ancestrales, busqué -y sigo buscando- precios de pasajes a Praga, al mismo tiempo que los precios de la thermomix,
todo pa' callao conmigo misma, porque sé que él necesita concentrarse en proyectos que
está haciendo y no lo quiero joder con temas que lo distraen innecesariamente. Lo de soñar con ir a Chequia es sueño permanente, él sabe eso, y lo de los tatuajes se lo comenté la semana pasada cuando ya los tenía totalmente decididos, para que se vaya haciendo la idea 😂).
Mi "empatía thermomix" produjo el mismo efecto que la de mi cónyuge: no comentarle sobre la famosa olla porque lo conozco, sé que él sabe que me siento entera inútil por no saber cocinar, que sin duda querría tener una varita mágica o poder decir “abracadabra” y que la comida se cocine sola y que quede rica, entonces él, por mí, ¡sería capaz de ir y comprarla! También me equivoqué en el análisis, exactamente en lo mismo que él: pensé que él se endeudaría por comprarla, cuando en realidad había decidido que habían otras prioridades.
Total que los dos nos
habíamos quedado 🙊con respecto al aparato por exactamente las mismas
razones durante meses, y ambos fallamos en nuestro análisis respecto del otro
en lo mismo: ninguno de los dos estábamos dispuestos a endeudarnos por una olla,
por mágica que sea.
Al final de cuentas, nuestro
mutismo selectivo respecto de la palabra thermomix durante meses fue,
exclusivamente, por empatía.
La momia de la "Princesa de Ukok", también conocida como "La Dama de Hielo". Próxima entrada, por mientras, dejo un enlace:
https://es.wikipedia.org/wiki/Princesa_de_Ukok
Atte., Aweli Vintage.
El mundo seria un lugar mejor, con mas empatia
ResponderEliminarCon respecto a la mencionada olla...tambien considere bender alguno de mis organos para conseguirla pero cuando pregunte si al ponerle un saco de harina, uno de cebollas, un pedazo de carne aliños varios, seria posible que al destaparla hubiese en suinterior una empanada? Me dijeron que NO, por lo que definitivamente NO me sirve!
🤣🤣🤣🤣🤣
EliminarBENDER?...SE ME CORRIO EL DEDO
EliminarSe entendió perfecto!! ¿Prefieres que lo borre y comentas de nuevo casi dispuesta a vender tus órganos?
EliminarNo, reservare mis desgastados organos para otra ocasion
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarjajaja, muy buena Sol! todas las no cocineras necesitamos una thermomix con un toque de empatía!
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