Al llegar al aeropuerto, lo primero que nos llamó la atención fue el desorden, no se entendía nada, no habían letreros, entonces nosotros seguíamos a los demás pasajeros, que uno supone sabrán adónde hay que ir. Habían montones de hombres que nos llamaban, nos hablaban, y al principio me demoré en entender lo que decían.
En Nigeria la gente joven habla inglés, pero con un acento muy especial. Pareciera que el acento proviene del hecho que su lenguaje materno o primera lengua es tribal, pero resulta que hay muchas tribus, hay 250 grupos étnicos, y 500 idiomas, pero el acento inglés es el mismo para todos, o al menos yo no pude nunca distinguir un acento diferente entre personas de las tribus Igbo, Hausa, Fulani, Yoruba o Edo.
Estábamos ahí, siguiendo la corriente como los peces o quizás contra la corriente como los salmones, pero daba lo mismo porque igual no entendíamos nada de nada.
Alguien nos hizo señas y nos insistió mucho, que fuéramos con él, que nos ayudaba con las maletas, así que nos rendimos y lo seguimos. Obviamente el otro impacto es el vestuario, y la alegría de la gente. Todo es colorido, los hombres usan camisas largas y pantalones de la misma tela, una cuestión fascinante.
Supongo que todos hemos visto películas y documentales sobre África, pero ninguna foto, ninguna película, puede acercarse a la realidad, quizás por una razón simple: las películas no tienen olor, no tienen más que una dimensión, y además se eligen las escenas o peor, se fabrican. Entonces lo que uno ha visto, es lo que alguien quiere que uno vea, no necesariamente algo cercano siquiera a la realidad.
Seguimos al hombre que tenía una sonrisa casi más grande que su cara, vestido de mil colores. En un santiamén estábamos con maletas y todo dentro de un taxi.
¡No nos dimos ni cuenta que nadie nos timbró el pasaporte, no llenamos ni un papelito, nada! Creo que como dos meses después nos fijamos en ese detalle: legalmente no existíamos, nunca ingresamos al país. Tomamos conciencia del peligro de ese hecho cuando ya estábamos demasiado conscientes que nos podían secuestrar, pero eso viene más adelante, es capítulo aparte.
Carlos en el taxi notoriamente hiperalerta, preocupado, era un mundo nuevo, totalmente desconocido. Yo, feliz, mirando por la ventana los árboles, la gente, mujeres con canastas sobre la cabeza, hasta que llegamos a la ciudad. Abuja (o Abuya).
La capital de Nigeria no es la ciudad más poblada ni la más antigua. La más poblada es Lagos, Abuja fue planificada y se comenzó a construir en la década de los 70, probablemente durante alguna de las múltiples dictaduras, arrasando con máquinas retroexcavadoras a aldeas completas. En serio.
Por una parte, es una ciudad moderna en el sentido que se planificó con calles anchas, edificios de gobierno bien construidos, etc., pero se les olvidaron algunos detalles.
Uno de esos detalles fue que no calcularon la cantidad de energía eléctrica que se necesitaba para la ciudad, o sea, no hay. Creo que el sistema de energía se daba por sectores y dos horas al día, pero en realidad todo funciona con generadores eléctricos, cada edificio, y la gente que puede, tiene su propio generador.
Esto implica, entre otras cosas, que esta ciudad maravillosamente diseñada, tenía semáforos en todas partes pero ninguno funcionaba, y a nadie se le ocurrió jamás, cambiar los semáforos eternamente apagados por un disco "pare" o "ceda el paso", como para que exista algo de orden.
Así, pareciera que los choferes juegan a los autitos chocadores todo el día: pasa el que pega más fuerte. Nunca vi un auto que no estuviera lleno de cicatrices de guerra por el paso por las esquinas. Estaban abollados por todos los costados, algunos incluso con vidrios quebrados y ya nadie se tomaba la molestia de repararlos.
Otro detalle que me llamó la atención, pero al que por error, no le di importancia, es que también se les olvidó hacer veredas, cunetas, y caleteras.
Llegamos así, al único hotel que encontré por internet que no fuera de esos de cinco estrellas que son impagables, al menos para nosotros.
El hotel se veía bien, limpio, la gente que atendía super agradable. Las escaleras estaban chuecas pero como allá no tiembla y ya habíamos visto edificios cuyos muros y piso parecían haber sido construidos para que uno se maree, no nos preocupó. De hecho, el pasillo tercer piso donde estaba nuestra habitación, daba la impresión que uno estuviera caminando sobre el mar. Tenía olas.
To be continued...

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