miércoles, 5 de mayo de 2021

Nigeria: Un cúmulo de aterrizajes forzosos. Capítulo 2 de ... ¿ ?

 



Aníbal con Bietush. Se nota que es bueno para la talla, ¿no es cierto? Nos encontramos en Madrid después de un viaje que no estuvo exento de inconvenientes, por supuesto.


Uno de ellos fue el repelente para los mosquitos. Como en Nigeria hay malaria, y ese bicho es transmitido por los mosquitos, la regla número uno es llevar repelente (aparte de no salir al atardecer), y no se trata de un repelente común que uno pueda comprar en una farmacia. Es uno nuclear, ni me acuerdo cómo se llama pero tiene que contener DEET y lo vendían en un solo lugar en Santiago. Como no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar en Nigeria, o mejor dicho, sabíamos que íbamos a un país que carecía de cosas que uno da por sentadas, como por ejemplo el agua,  era de mínima lógica pensar que conseguir el famoso repelente allá podría ser difícil. 


Compramos varios frascos, y cometí el error de llevarlos en la maleta de mano. Llegamos a Sao Paulo, pagamos un ojo de la cara y la mitad del otro por un café y algo para comer, y al querer subirnos al segundo avión rumbo a Madrid, me sacan los repelentes (porque son líquidos) y se iban a la basura. Menos mal que muchos años antes viví como ocho meses en Brasil, y algo hablo de portuñol. Le dije al guardia que si botaba a la basura nuestro repelente, era como una condena a muerte, y logré convencerlo de enviarlo por la guata del avión. 


Llegamos vivos, con seis de las ocho vacunas requeridas,  y con repelente a Madrid. 


Hacía un calor brutal, creo que más de 40°C. La única vestimenta razonable, al menos para mí, era una polera con pabilo y jeans. 


Caminamos, recorrimos, compartimos con Aníbal y la gorda, con Guadalupe y su marido,  e hicimos todas las cosas que una pareja hace cuando está de luna de miel, porque en el fondo, eso parecía. Una luna de miel. 


La noche antes de partir, Carlos invitó a Aníbal y a Bietusch a comer a un restaurante, bien bonito. Estábamos comiendo -lo recuerdo perfectamente, hasta con olor incluido- un aperitivo de melón con jamón serrano, exquisito. De repente, de la nada (al menos para mí), Carlos le dice a Aníbal que había un tema que quería conversar con él. Este fue el diálogo, y no es chiste:

Carlos muy serio : "Aníbal, te quería decir que yo tengo intenciones serias con tu mamá, quiero casarme con ella".

Aníbal con cara de seriedad duplicada: "Ah. Bueno, antes de darte mi opinión, necesito hacerte dos preguntas."

(yo, pensando "Oh no... ¿¡Qué weá va a hacer el Aníbal!?" 



Carlos: "Si, claro, pregúntame lo que quieras".

Aníbal: "Quiero saber cuántas parejas sexuales has tenido en tu vida, y de ésas cuántos han sido hombres". 


Por supuesto que en el instante tanto Bietusch, como Aníbal y yo estallamos con unas carcajadas incontenibles, de esas que uno llega a llorar, mientras Carlos estaba más bien perplejo, y aún cuando nos estábamos riendo a gritos, igual le contestó. 


Qué manera de reírnos después! Aníbal contó con lujo de detalles, que meses antes Carlos (hijo) lo había llamado y le había contado de la conversación en el Tavelli, y entre los dos -sumada la gorda que es igual de troll- planificaron durante todo ese tiempo, "cómo hacerle el mayor daño psicológico con la menor cantidad de palabras posibles" (sic), a Carlos G.  


El desafío fue ampliamente logrado, Carlos G. estaba, al momento en que Aníbal le hizo la pregunta, estupefacto.


Nos despedimos en el metro, confieso que me dio pena pero me tragué las lágrimas porque Aníbal me trollea cuando lloro en las despedidas. 



Al día siguiente, partimos a Londres, donde estaríamos unas cuantas horas antes de seguir viaje a Abuja. 


Llegamos a Londres, y yo desesperada por fumarme un cigarro. Tengo una relación literalmente tóxica con el tabaco, es una adicción horrible y aún cuando he logrado dos veces dejar de fumar durante más de un año, he vuelto tres. 


Busqué la zona de fumadores (que en ésa época existía en muchos aeropuertos) pero no había. Pregunté si podía fumar en alguna parte, y la única posibilidad era salir del aeropuerto y fumar en la calle, bajo las penas del infierno en caso de hacerlo en un lugar prohibido. Penas de verdad, no como las chilenas. Es cárcel.


Carlos, quien no fuma, súper amoroso me acompañó, porque obvio, yo estaba dispuesta a pasar por fila de inmigración, etc., con tal de salir, ¡si más encima teníamos que esperar como seis horas para el siguiente vuelo!


Al llegar al funcionario de inmigración, nos pidió los pasaportes, y vino la pregunta, en un inglés perfectamente británico:


Funcionario: "¿Cuál es el propósito de su viaje?"

Yo: "Vengo a fumar".

F: ¿A fumar? ¿Cómo es eso? (con cara de expulsión del país)

Yo: "Vamos a Nigeria, tenemos seis horas de espera para el vuelo, y necesito fumar"

F: ¿¿¿¡¡¡A NIGERIA!!?????? ¿Qué van a hacer en Nigeria? (con cara de espanto)


A todo esto, y como siempre entre paréntesis, hacía rato me había dado cuenta que no estaba dispuesta a estar varios meses tirada de guata al sol mientras Carlos trabajaba, y había decidido hacer voluntariado en derechos humanos. Logré hacer un trato con Carlos: Niños y mujeres maltratadas, si. Presos, no. Busqué en Santiago, antes de partir, organizaciones con las que podría trabajar, pero no existía ninguna de las conocidas. Había un largo historial de abogados y defensores de derechos humanos asesinados.


Carlos: "Voy a hacer un modelo macroeconómico al Banco Central".

Yo: "Voy a hacer voluntariado en derechos humanos"

F: "¿¿¡¡Voluntariado en derechos humanos en Nigeria??!! Vaya, fume todo lo que quiera!! 


Y nos dio a ambos, visa indefinida. 


To be continued.... 

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