sábado, 1 de mayo de 2021

EL PROBLEMA DE LA SOBREVALORACION DE UNA MISMA (CONTENIDO LEVEMENTE REPUGNANTE)


Una de las peores cosas que una puede hacer, es sobrevalorarse. Eso me pasó esta semana, rotundamente, o mejor dicho, ratonamente.


Para dar un contexto previo, tengo que explicar dos cosas: primero, que como viví años en el campo, conozco más o menos bien el comportamiento de los ratones. 


De hecho, en Buin, había uno que todas las noches durante varias semanas, se paraba tranquilamente por fuera de la ventana de mi dormitorio. Silenciosamente nos mirábamos, vidrio de por medio, lo que no me molestaba en lo más mínimo y hasta le puse nombre. Jerry, obvio. Hasta que una noche de puro maldadosa le grité "Buh!", Jerry salió corriendo y nunca más volvió (que yo sepa). 


Así, resulta que no les tengo miedo a esos bichos, y a mayor abundamiento puedo decir con certeza que ellos nos temen más a nosotros. Un ratón nunca se va a acercar a uno a morderla o atacar, como podría hacerlo un perro. Se arrancan, huyen por su vida. 


Segundo contexto: Mi vecinos de la casa del frente decidieron hacer una remodelación el año pasado, comenzó en verano y con pandemia y todo martillaron y botaron muros y escombros durante casi todo el año. Generalmente (por no decir siempre), cuando hay demoliciones o remodelaciones, los ratoncitos que viven en el lugar o cerca, salen arrancando y buscan un lugar que en su concepto particular, es seguro o que creen que sería seguro.


De este modo, llegaron a nuestras vidas, o mejor dicho a nuestro entretecho, varios. Ignoro la cantidad exacta, pero mi marido y yo los escuchamos en la noche durante varios meses, y como somos rigurosos en cuanto a medidas sanitarias por el COVID19 y no queremos ser covidiotas, decidimos que no era el momento de contratar una empresa de esas que se deshacen de roedores. 


Por supuesto que se multiplican, y rápido, así que al poco andar, en las noches el entretecho parecía estar de fiesta y claramente nuestros co-habitantes no invitados no respetan las medidas sanitarias y les importa un soberano rábano reunirse en grupos de más de diez. 


De este modo, llegó el momento en que definitivamente había que hacer algo, y aquí viene mi sobrevaloración. Claro que en el desarrollo de los acontecimientos también influyó un contexto extra que es necesario explicar.


Resulta que mi marido, quien como ya saben, mide 1.95 mts. (lo que hace que una piense que es una especie de ser sobrenaturalmente dotado de facultades protectoras), nunca tuvo una relación amistosa con mi Jerry, ni con ningún otro.  Eso lo descubrí hace años, una vez que estando en el campo, nuestro gato nos trajo de regalo a un ratoncito que había cazado, con la mala suerte para mi cónyuge, de que estaba vivo y empezó a correr dentro de la casa. Obviamente, siendo hombre, dijo algo así como "no se preocupe, yo lo saco", cuando yo en realidad no estaba ni preocupada, para mi es simple, hay que cazarlo y sacarlo de la casa. El asunto es que el ratoncito terminó escondido detrás de mi velador, y mi marido, cada vez que yo movía algún mueble para que él le diera un buen escobazo, más bien se echaba para atrás. 


Así, en aquella oportunidad, decidí invertir los roles, tomar el toro por las astas, o sea agarrar la escoba, y encargarme personalmente del pequeño intruso, lo cual hice en forma muy eficiente.


Entonces ahora, mi marido quería contratar a una empresa asesina de roedores, pero yo pensando en las normas sanitarias y confiando demasiado en mis destrezas campesinas, pensé que podía hacer lo mismo que hace años en Casablanca, así que armé un plan. 


Apliqué mercado libre, compré un súper veneno de esos que no sólo extinguen sino que dejan al bicho disecado, y un día entre una audiencia, almorzar, lavar platos, y varias reuniones, decidí ir a meterme al entretecho. 


Como planifiqué bien el asunto, me saqué la ropa de abogada, y premunida de botas, guantes y ropa vieja comencé la tarea auto encomendada. El primer obstáculo que encontré, fue que habían varios cachivaches que tapaban la puertecita de entrada al entretecho, algunos pesados. Bajé a pedirle a Carlos que me ayudara a moverlos, pero me contestó rotundamente (o, de nuevo, ratonamente) que estaba ocupado y no podía. Confieso que le hice bullying todo el día después, (y ahora queda por escrito) porque me pareció que en realidad no estaba tan, tan requetecontra ocupado como para no poder tomarse dos minutos en subir al segundo piso y mover un par de cosas. 


Logré despejar el camino, y meterme al entretecho, claro que estando ahí no pude encontrar el interruptor de la luz así que me vi en la necesidad de volver a buscar una linterna, que mi marido sí tuvo tiempo de buscar. 


Finalmente, dejé una cantidad considerable de bolsas asesinas para cometer un magno ratonicidio. Aproveché también de hacer lo mismo en una bodega que tenemos y en el patio, obviamente en lugares de esos a los que sólo pueden acceder los ratoncitos, y no mi perro. 


Fueron dos o tres días y noches de escuchar corridas, idas y venidas, golpes, y por supuesto que ni a mi me dieron ganas de subir al entretecho para saber qué diablos estaba pasando ni cuántos residentes teníamos.  


Al tercer día, un olor indescriptible en el patio, que emanaba muy específicamente de la zona donde estaban la lavadora y la secadora. 


Hasta ahí no más me llegó la valentía, y ahí estaba mi super sobrevaloración. De ninguna manera iba a ir a descubrir dónde estaba el ex-ratón y sacarlo de donde sea que estuviera, así que nuevamente recurrí a mi compañero y ejerciendo el recurso de súplica, le pedí que indagara e hiciera el retiro de la ex-especie. 


Por supuesto que Carlos me dijo que estaba ocupado, luego que tenía que esperar a que la secadora terminara de secar ropa (le dije que era mejor apagarla pero no me hizo caso), al día siguiente que estaba ocupado, y al siguiente también. En el intertanto el olor había desaparecido. Aparentemente.


Hoy decidí firmemente ir a sacar la ropa de la secadora, y cual no fuera mi sorpresa al descubrir que la ropa olía a rayos, centellas, y ratón muerto. Tenía que estar sí o sí, dentro de la secadora. 


Cual mujer del siglo XVIII, casi me dio un soponcio y recurrí al hombre de la casa, quien cual caballero de la misma época o anterior, premunido de una mascarilla atómica, guantes astronáuticos y herramientas varias, desarmó la secadora completa, sin embargo, el bicho no estaba en ninguna parte. En el intertanto, se me ocurrió que dado el olor de la ropa, aunque no encontraran a Jerry, igual la secadora podría haber fenecido, así que cuando ya estaba entera desarmada y era altamente improbable que pudiera volver a ser armada, apliqué mercado libre de nuevo, esta vez para comprar una secadora. 


Entremedio, de toda esta situación del partido Carlos vs Jerry estuve en una reunión con mis queridos colegas de REDAN CHILE, y vi una conversación en live en IG entre José Andrés Murillo y James Hamilton, que entre paréntesis, estuvo espectacular. 


Salí a liberar a mi cónyuge/caballero-de-mesa-redonda de la asquerosa tarea que estaba realizando, con la noticia que era mejor rendirse y botar la secadora porque compré una nueva, y me encontré con una sorpresa totalmente inesperada. 


Carlos no se rinde. 


Siguió buscando, (de hecho fue MeJa -Graciela- quien con sus ojos de lince vio la punta de la cola dentro del tambor de la secadora), y mientras Graciela y yo observábamos, sacó el filtro de pelusas , tiró la cola y ahí salió Jerry que no era nada de chico, y las dos gritamos al unísono. 


Ahora Carlos me está haciendo bullying y me lo merezco. De hecho, esta entrada es auto-bullying.


RIP Jerry & cía

RIP Secadora

UTI : La ropa

SIN DIAGNOSTICO: El entretecho.


Conclusiones: 

- No es lo mismo no temer a los ratones que sacar cadáveres de los ídem.

- Carlos es mucho más valiente que yo.

- Habría sido mejor contratar una empresa. 


La secadora, QUEPD 



¡Hasta la próxima!





8 comentarios:

  1. Que gran historia!! Gracias por compartirla 🤗

    Genial Carlos, salvando el día!!!

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  2. Jajja que buena historia pero una pena por Jerry.
    Mis gatos hijos siempre me sorprenden con uno que otro que me traen de regalos de por ahí cerca.

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  3. ¡Qué entretenido relato; qué ritmazo! ¿Ya se levantó autopsia?

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    1. No, pero viene la secuela... hay acontecimientos y peripecias posteriores. El ritmo no es precisamente de esta escribidora jajajaj

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  4. Genial, Solange,me pasa lo mismo, vivos no les temo,pero un cadáver es otra cosa,jijiji

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